miércoles, 30 de enero de 2013

Capítulo I: Café con Verdades (GLORIA Y ELENA)


¡Qué magnífica obra de arte! La composición es perfecta, pensé,  y no exige tomar ninguna distancia de precaución para poder disfrutarla. Es una obra con vida propia, cuyo significado cambia con la emoción del momento y hora del día. Estaba embelesada, con mi taza de café con leche entre mis manos. Hasta que sentí la mirada punzante de mi amiga Elena, dueña de mi obra de arte favorita, titulada “la ventana de las confesiones." Situada en el salón de su ático. Un noveno nada humilde, convertido en hogar de acogida, tanto si estaba de fiesta como si estaba, como hoy, casi deprimida.

Tuve que hacer un esfuerzo para dejar de contemplar el atardecer cayendo sobre el mar, hoy melancólico, como yo.

    - ¿Qué te estará rondando por la cabeza?- me preguntó levantando sus perfiladas cejas y su taza de café para darle un sorbo. Me desafió con una media sonrisa. Me conoce bien, muy bien.

Jugué con la taza, clavando la mirada en ella y le conté todo acerca de mi sueño.

Para mí, muchas cosas están relacionadas con el mundo onírico, y siempre que puedo busco el significado de aquellos escenarios, objetos o seres, que más me han llamado la atención y que siguen grabados en mi memoria con vivos colores durante horas, días o años.

Elena me seguía y asentía con la cabeza mientras daba pequeños sorbos a su café.

    – Creo que ya es hora de no ser tan responsable de los demás- me dijo. - Has estado viviendo según las normas y dejando los atrevimientos para las películas de acción y de aventuras.

Me quedé boquiabierta.- ¡Cuánta razón tienes!- Le dije. Siempre me pillaba desprevenida su gran capacidad para poner mis emociones en perspectiva y así poder analizarlas como una muestra bajo la lente de un microscopio. 

   – Desde esta mañana me persigue la misma sensación, algo me falta o algo he perdido. Entonces reviso todo y me doy cuenta que no es algo material. Es a nivel espiritual. Estoy a medias, me faltan experiencias por vivir.- Ahora hablaba con rapidez.- Es como una doble vida, ¿cómo es posible extrañar algo que no has tenido? Entonces pienso en cómo sería si hubiese reaccionado de otra manera ante algunas situaciones…no sé, es agotador.

     -¿Sabes?- me dice mientras las dos nos dirigimos con suma tranquilidad hacia el sofá para sentarnos y acurrucarnos con nuestras tazas. – He pedido que adelantasen mis vacaciones. Me tomaré tres semanas. Las necesito.

La miré con cara de no saber a qué venía ese tono de pesadez. Algo había y me lo iba a mostrar. Sacó un sobre de su bolso de cuero negro, el cual había estado en el sofá todo este tiempo, pegado a ella, y lo puso sobre la mesa. Con un gesto de la mano, me invitó a leerla.

     - No puedo creerlo. ¿Sabías de su existencia?- Entonces entendí porqué su bolso no descansaba, como era de costumbre, sobre el banco de madera que tiene a la entrada.

     - No. Y no sé muy bien cómo reaccionar.- Me respondió de inmediato.

   - Dirás, que no sabes cómo te sientes. Sabrás qué hacer en el momento que identifiques cuáles son tus emociones y tus sentimientos hacia esta…noticia.- En realidad quise decir bomba, pero no era el momento para echar más leña al fuego y provocar una crisis de identidad o algo parecido.
No se lo merece.

    -Tú siempre aplicando inteligencia emocional.- Me dijo entre divertida e irritada.

    Me reí echando la cabeza hacia atrás, - jajajajaja- ¡claro que sí!, sabes que me ayudó muchísimo y sigue conmigo donde quiera que vaya.

    - Pues, debo decirte, que ahora somos un par de náufragas en nuestra propia existencia. Hemos vivido tan sumidas en nuestras propias vidas…

    - ¡No! No termines esa frase.- Le dije con voz tajante y mirada dura. -No voy a sentirme culpable por haber tratado de hacer siempre lo correcto...

    -¿Ah sí? – Volvió a desafiarme- ¿aunque haya supuesto pasar por encima de ti misma para que los demás se sintiesen bien?

    - ¡Ya vale! Sé que vuelves a tener razón. Aunque no quiera admitirlo, el tiempo pasa y, aún siendo jóvenes, nos sentimos viejas y abandonadas por nosotras mismas. Por nuestros ideales y ansias de conquistar nuestro lado más salvaje, para cabalgar con total libertad por los terrenos más inhóspitos de nuestros pequeños universos… había vuelto a mi sueño.

Suele ocurrirme, pero con ella no tengo porqué acomplejarme. Dejo y reengancho los temas como si nada, de forma desordenada. Estaba acostumbrada. Además una de mis especialidades es jugar con las palabras y enredar la madeja de lana hasta hacerla casi inservible. Es el modo en el que me protejo. Llevar cualquier tema hasta la saciedad, desmembrar cualquier motivo de pena para darle un sentido y hacerlo parecer merecedor de haber sido vivido… -¡Bah!- dije con gesto de desprecio mirando la mesa. - La cuestión es, que ya no me lo creo, que ya he justificado durante mucho tiempo esta forma de ver la vida o de creerme mi propia vida.- Volvía a darle la razón. No lo podía evitar. Con Elena no hay secretos y eso es de agradecer.

La miré de nuevo con una sonrisa puesta en mi cara, en un vago intento de alejarme de esas verdades. Di otro sorbo a la taza, el café empezaba a enfriarse.

    - Por fin dices lo que realmente piensas. - Se rió. Pero era una risa amarga.

Volví a poner el sobre en la mesa, junté mis manos y jugué con mis dedos. Ya no se trataba de cómo me sentía yo. Esa carta traía al presente un pasado del cual Elena no tenía ni la más mínima idea. Y peor aún, es un misterioso pasado que va unido a recuerdos dolorosos.

Ella siempre fuerte y juguetona, desafiante, pero frágil conmigo, como realmente es. Y luego me echa en cara mi forma de hacer las cosas… ¡Hay que ver!

Me levanté.  Se levantó y nos abrazamos. – Bueno, por favor, llámame con lo que sea y si necesitas algo, házmelo saber. Lo que sea.- Remarqué.- Sabes que puedes contar conmigo.- Le dije con toda la dulzura que sentía en esos instantes.

    - Lo sé - me dijo. Casi en susurros. -Una vez más, estás mal tú y terminas dándome todo tu apoyo… aaayyy, espero que lo tuyo no sea contagioso.- Puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.

    - A-ja-ja- Pronuncié enfatizando, sarcástica. Pero entonces, nos miramos, se hicieron unos segundos de silencio y rompimos a reír con ganas.

Nos presentaron unos amigos de mi pareja cuando estudiaba en la universidad. Por aquel entonces, ella era una heavy con aires góticos, inconformista y directa, sencilla y cálida. Eso fue lo que me cautivó. Me trató como una más desde el principio. No tuve que fingir ser feliz o especial, ni tampoco creí que algún día llegásemos a ser tan amigas. Pero aquí estamos, ocho años después… creo que no hace falta añadir nada más. Es una gran persona, aunque a veces ella no lo sepa. 

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