La
noche fue muy dura. Mi mente enviaba mensajes de dolor a mi cuerpo para
incomodarme e impedirme entrar en estado de meditación una y otra vez. Agradecí
que la noche fuese larga y joven y no dejé de luchar. Vino la culpabilidad,
después la tristeza, más tarde el perdón, de nuevo otra ráfaga de culpabilidad.
Euforia. Un mensaje tras otro. Como llamativos anuncios que subliminalmente
contenían un misma intención: “no
meditar”. Seguí, terca en mi postura y recordé el consejo de un buen amigo:
“deja los pensamientos pasar como troncos en el agua. No te detengas en ellos.
Cada vez pasarán menos y más deprisa.”
Me
levanté, observé el cielo concentrándome en las estrellas, devolviéndome la
clama. – Un nuevo asalto -, me dije. Volví a sentarme. Dejé los troncos pasar.
Logré tan solo unos minutos de silencio. Logré cansar a mi mente y elevar el
alma.
Ahora
me gustaba estar conmigo misma. No recuerdo mucho más, porque abrí mis ojos con
los primeros rayos de mi último día con mi Mago. Quedé
dormida, en la misma postura de meditación: sentada con las piernas cruzadas y
mis manos apoyadas en las rodillas creando dos círculos con los dedos índice y
pulgar de cada mano. Sonreí ante mi hazaña.
-
Buenos días guerrera. - Su voz, tan familiar,
terminó de despejarme, agrandando mi sonrisa.
-
Buenos días… Mago, vacilé. ¿Podría saber tu
nombre? – No sabía si a estas alturas esta petición estaría demás.
-
Pues si ya lo sabes.
-
Parpadeé perpleja.- ¿Cómo?- Él rió ante mi
expresión.
-
Lo sabes. Lo has sabido desde un principio. -
Afirmó.
-
No puede ser. Dije, quedándome boquiabierta ante
el recuerdo de la nebulosa con la que me mostró su vida. – Merlín- pronuncié
con un hilo de voz.
-
Sonrió anchamente.- Así es señorita.- Su sonrisa
decoraba cada palabra.- El niño era yo, al joven al que viste crecer también,
pero a la misma vez te estaba mostrando tu presente: yo, tal cual soy.-
Su
aspecto comenzó a cambiar, podía verle envejecer en un tiempo acelerado. Me
revisé a mi misma por si yo también había envejecido. Pero no era así. Cuando
volví afijarme en él, pude reconocerle: aquella adorable figura seguía siendo
esbelta conservan atisbos de su característica belleza, pero con una barba
entre blanca y plateada. Arrugas llenas de sabiduría. Una tez pálida cubierta
por una túnica de suave terciopelo en colores azules y violáceos, a juego con sus ojos.
-
Vaya, y ¿por qué te muestras ahora en tu forma
original?
-
Esa pregunta sí que está demás. También eres
poseedora de la respuesta.
-
Es verdad.- Dije más para mi misma, dándome con
la palma de la mano en la frente de forma teatral.- Ya no hay miedo. Ni pasado
en el que encerrarme para negarme a ver el presente. Así que ahora puedo
verte.
-
Con el corazón, añadió Merlín.
-
Ahó.- Le dije y asentí con la cabeza.
-
Es el momento- dijo mirando hacia el paisaje que
se extendía ante nosotros. Le imité. – Ahora debes descender- Prosiguió,
entrecerrando los ojos. Eso me dio una pista. La noche, sola en esta montaña,
no era la más difícil.
-
Dijiste que tendría ayuda- Le recordé.
-
Toda la ayuda que necesitas está en ti. Ahora
eres más fuerte.- No había caído en la cuenta hasta ahora. ¡Claro que me sentía
más fuerte! ¡Y tanto! Había recobrado toda la energía que invertí en un pasado
ya muerto para poder renacer en La Plenitud.
-
Merlín asintió. Una vez había estado atento a
mis pensamientos.
-
Yo te observaré en tu descenso. Y te lanzaré
preguntas que te ayudarán a no tropezar y caer con la misma piedra.- Sentenció.
Supe a qué se refería. Estaba preparada.
Eché
un vistazo, prácticamente era vertical. Y, mientras lo miraba, más vertical se
volvía.
-
Así es - dijo interrumpiendo mis cálculos
mentales. - Mientras más lo mires, más hará tu mente por impedirte el descenso.
Por atarte al lugar en el que estás, solo porque ahora quieres moverte.-
Asentí, no necesitaba de muchas palabras con Merlín. Comprendí, que cuando
realmente quieres algo, es cuando surgen las dudas para impedírtelo; antes,
quería estar aquí, quieta, en silencio. Ahora, quiero moverme. Y ese Quiero, le sienta muy mal a alguien a
quien ya he mencionado demasiadas veces. Ya le he dado demasiado protagonismo a
lo largo de todos estos años de “vida”.
-
No pienses más y actúa. ¿A ver quién o qué puede
detenerte? – Su sonrisa era pícara, burlona. Mi mente rabiaba, sabía que era de
ella de quien se estaba riendo.
-
Nos vemos. – Le dije con el corazón acelerado y
la urgencia de disfrutar de la bajada. “Quiero
disfrutar de la bajada”.
-
Ahó. - Respondió Merlín a mi último pensamiento.
Piedra
gris lisa, por todas partes. Con otras grandes rocas que sobresalían. A ambos
lados se erguían los árboles. Solo se apreciaban dos sonidos: mis jadeos y los
pájaros del lugar. Eran paradas obligatorias.
Consultaba
con mi Ser Superior cada paso a dar. Él me respondía: “sí” a todo. Muy rara vez
me dijo: observa un poco más. Y entonces encontraba otra gran roca a la que
aferrarme. Como si hubiese emergido del suelo en el momento en el que me
disponía a escuchar la verdad. Son señales, sentí. Estoy en el camino correcto.
-
Para avanzar, para crecer, debes descender a la
profundidad. No hay Ser sin haber.
Sin haber sido reconocido. Sin haber sido visto a los ojos. Sin haber sentido. - Me decía Merlín con una
voz tan clara, que podría estar descendiendo a mi lado sin que yo pudiera
verlo. - ¿En qué radica el problema?-
Esa era su primera pregunta, retorcida donde las haya para cualquier otro que
no haya sido. Clara para mí, Siendo.
- El problema radica en que creemos que
para avanzar y triunfar sólo podemos ascender. Por eso tenemos vértigo. Porque nos asomamos a nuestro pasado
desde la perspectiva de un precipicio del que hemos salido. Cuando no es así.
Si miras con miedo a tu propio pasado, es que hay cosas sin solucionar o
energía con la que sigues reconectando una y otra vez. Pero el miedo, ese que crea el vértigo, te
impide volver al fondo para así enfrentarte, perdonarte, recobrar tu energía y
seguir avanzando.
-
Al final quedas atrapado, en ese acantilado que,
de pronto, está rodeado de un océano inmenso y no tienes como avanzar si no es
tirándote a él. Pero claro, estás demasiado alto y quedas atrapado. Esas son
las crisis humanas. Esas a las que
llamáis existenciales. - Respondió
Merlín.
Concentrada
en mis pasos. Esta conversación era un punto de apoyo más. Imparable. Mi
descenso era uno de mis mayores logros.
Continué.
-
¿Cómo te ves cuando llegues a tu meta? – ¡Ja! Pregunta trampa, pensé. Merlín rió.
-
No me veo. Simplemente estoy Siendo. Disfrutando
de la montaña. De sus colores brillando con los destellos de un sol cada vez
más alto. Vivo aquí y ahora.
La
bajada era larga. Quise detenerme para inspirar el aire puro, fresco y absorber
un poco más la belleza del lugar. El ritmo de mis latidos fue calmándose. Toda
Yo entré en calma.
No
escuchaba a mi Mago. Y adentrándome más aún en el momento, no percibí ni un
solo sonido de la naturaleza. ¿Dónde
estarán…todos? Me pregunté y, acto seguido, resbalé. El susto fue muy
grande cuando pensaba que me estaba precipitando al vacío más absoluto. Me
aferré, con todas mis fuerzas a una roca, la cual detuvo el peso de mi caída
haciendo sonar mi columna vertebral. Solté un breve alarido.
-
Veo que buscabas compañía en tu propio camino.-
Me dijo Merlín con voz tranquila. Dime,
¿Acaso no tienes suficiente con tu propia decisión? ¿A quién buscabas?-
Preguntó de forma ligera. Haciéndome sentir ridícula.
Medité sus palabras por unos largos y dolorosos instantes…
-
Creo que sé a qué te refieres.- Debía ser rápida
y precisa en mi explicación. – Si estoy aquí y ahora, es porque yo lo he
elegido así. Y no tengo que tener compañía necesariamente. He de ser Yo quien
viva este momento y recorra este camino. Asumiendo las consecuencias de mi
elección.
-
Así es querida aprendiz. – Parecía complacido
con mi respuesta. – Sólo tú puedes vivir tu propia vida y no relegar la
responsabilidad de tus actos en los demás. A veces estarás acompañada y otras,
en cambio, sola. Y eso no tiene nada de malo. Son fases. Ciclos vitales que nos
enseñan algo y nos preparan para recibir nuevas oportunidades y nueva gente.
De
pronto, una roca nació bajo mis pies ofreciéndome su apoyo. Si soy responsable conmigo misma, tendré en quiénes apoyarme. Pensé. Seré digna de confianza.
-
Los demás estarán ahí, no solo cuando los
necesite, sino cuando quieras su compañía también.- Me recordó Merlín. – No
dependerás de ellos y, por tanto, se quedarán contigo sanamente.
-
¡Ahó! Repetí. Merlín rió, nuevamente. Su risa
empezaba a parecerme musical.
Tomé
otra bocanada de aire y miré a mi alrededor, buscando una nuevo objetivo al que
llegar. Tramo a tramo. Poco a poco.
-
Me gusta esa forma de sentir. – Me dijo mi
compañero mágico.- En la vida, para las grandes metas, es necesario crear
pequeños objetivos que nos acerquen a ese gran propósito.
No
respondí. No era necesario. Pronto conseguiría mi gran objetivo.
¿Tendrá Merlín otra enseñanza disfrazada de truco? ¿O tal vez tenga una misión para mi?
Continuará…
No hay comentarios :
Publicar un comentario