miércoles, 13 de febrero de 2013

I - El Mago (Tercera parte)


La noche fue muy dura. Mi mente enviaba mensajes de dolor a mi cuerpo para incomodarme e impedirme entrar en estado de meditación una y otra vez. Agradecí que la noche fuese larga y joven y no dejé de luchar. Vino la culpabilidad, después la tristeza, más tarde el perdón, de nuevo otra ráfaga de culpabilidad. Euforia. Un mensaje tras otro. Como llamativos anuncios que subliminalmente contenían un misma intención: “no meditar”. Seguí, terca en mi postura y recordé el consejo de un buen amigo: “deja los pensamientos pasar como troncos en el agua. No te detengas en ellos. Cada vez pasarán menos y más deprisa.”

Me levanté, observé el cielo concentrándome en las estrellas, devolviéndome la clama. – Un nuevo asalto -, me dije. Volví a sentarme. Dejé los troncos pasar. Logré tan solo unos minutos de silencio. Logré cansar a mi mente y elevar el alma.
Ahora me gustaba estar conmigo misma. No recuerdo mucho más, porque abrí mis ojos con los primeros rayos de mi último día con mi Mago. Quedé dormida, en la misma postura de meditación: sentada con las piernas cruzadas y mis manos apoyadas en las rodillas creando dos círculos con los dedos índice y pulgar de cada mano. Sonreí ante mi hazaña.

-       Buenos días guerrera. - Su voz, tan familiar, terminó de despejarme, agrandando mi sonrisa.

-       Buenos días… Mago, vacilé. ¿Podría saber tu nombre? – No sabía si a estas alturas esta petición estaría demás.

-       Pues si ya lo sabes.

-       Parpadeé perpleja.- ¿Cómo?- Él rió ante mi expresión.

-       Lo sabes. Lo has sabido desde un principio. - Afirmó.

-       No puede ser. Dije, quedándome boquiabierta ante el recuerdo de la nebulosa con la que me mostró su vida. – Merlín- pronuncié con un hilo de voz.

-       Sonrió anchamente.- Así es señorita.- Su sonrisa decoraba cada palabra.- El niño era yo, al joven al que viste crecer también, pero a la misma vez te estaba mostrando tu presente: yo, tal cual soy.-

Su aspecto comenzó a cambiar, podía verle envejecer en un tiempo acelerado. Me revisé a mi misma por si yo también había envejecido. Pero no era así. Cuando volví afijarme en él, pude reconocerle: aquella adorable figura seguía siendo esbelta conservan atisbos de su característica belleza, pero con una barba entre blanca y plateada. Arrugas llenas de sabiduría. Una tez pálida cubierta por una túnica de suave terciopelo en colores azules y violáceos, a juego con sus ojos.

-       Vaya, y ¿por qué te muestras ahora en tu forma original?
-       Esa pregunta sí que está demás. También eres poseedora de la respuesta.
-       Es verdad.- Dije más para mi misma, dándome con la palma de la mano en la frente de forma teatral.- Ya no hay miedo. Ni pasado en el que encerrarme para negarme a ver el presente. Así que ahora puedo verte. 

-       Con el corazón, añadió Merlín.

-       Ahó.- Le dije y asentí con la cabeza.

-       Es el momento- dijo mirando hacia el paisaje que se extendía ante nosotros. Le imité. – Ahora debes descender- Prosiguió, entrecerrando los ojos. Eso me dio una pista. La noche, sola en esta montaña, no era la más difícil.

-       Dijiste que tendría ayuda- Le recordé.

-       Toda la ayuda que necesitas está en ti. Ahora eres más fuerte.- No había caído en la cuenta hasta ahora. ¡Claro que me sentía más fuerte! ¡Y tanto! Había recobrado toda la energía que invertí en un pasado ya muerto para poder renacer en La Plenitud.

-       Merlín asintió. Una vez había estado atento a mis pensamientos.

-       Yo te observaré en tu descenso. Y te lanzaré preguntas que te ayudarán a no tropezar y caer con la misma piedra.- Sentenció. Supe a qué se refería. Estaba preparada.

Eché un vistazo, prácticamente era vertical. Y, mientras lo miraba, más vertical se volvía.

-       Así es - dijo interrumpiendo mis cálculos mentales. - Mientras más lo mires, más hará tu mente por impedirte el descenso. Por atarte al lugar en el que estás, solo porque ahora quieres moverte.- Asentí, no necesitaba de muchas palabras con Merlín. Comprendí, que cuando realmente quieres algo, es cuando surgen las dudas para impedírtelo; antes, quería estar aquí, quieta, en silencio. Ahora, quiero moverme. Y ese Quiero, le sienta muy mal a alguien a quien ya he mencionado demasiadas veces. Ya le he dado demasiado protagonismo a lo largo de todos estos años de “vida”.

-       No pienses más y actúa. ¿A ver quién o qué puede detenerte? – Su sonrisa era pícara, burlona. Mi mente rabiaba, sabía que era de ella de quien se estaba riendo.

-       Nos vemos. – Le dije con el corazón acelerado y la urgencia de disfrutar de la bajada. “Quiero disfrutar de la bajada”.

-       Ahó. - Respondió Merlín a mi último pensamiento.


Piedra gris lisa, por todas partes. Con otras grandes rocas que sobresalían. A ambos lados se erguían los árboles. Solo se apreciaban dos sonidos: mis jadeos y los pájaros del lugar. Eran paradas obligatorias.
Consultaba con mi Ser Superior cada paso a dar. Él me respondía: “sí” a todo. Muy rara vez me dijo: observa un poco más. Y entonces encontraba otra gran roca a la que aferrarme. Como si hubiese emergido del suelo en el momento en el que me disponía a escuchar la verdad.   Son señales, sentí. Estoy en el camino correcto.

-       Para avanzar, para crecer, debes descender a la profundidad. No hay Ser sin haber. Sin haber sido reconocido. Sin haber sido visto a los ojos. Sin haber sentido. - Me decía Merlín con una voz tan clara, que podría estar descendiendo a mi lado sin que yo pudiera verlo. - ¿En qué radica el problema?- Esa era su primera pregunta, retorcida donde las haya para cualquier otro que no haya sido. Clara para mí, Siendo.

-       El problema radica en que creemos que para avanzar y triunfar sólo podemos ascender. Por eso tenemos vértigo. Porque nos asomamos a nuestro pasado desde la perspectiva de un precipicio del que hemos salido. Cuando no es así. Si miras con miedo a tu propio pasado, es que hay cosas sin solucionar o energía con la que sigues reconectando una y otra vez.  Pero el miedo, ese que crea el vértigo, te impide volver al fondo para así enfrentarte, perdonarte, recobrar tu energía y seguir avanzando.

-       Al final quedas atrapado, en ese acantilado que, de pronto, está rodeado de un océano inmenso y no tienes como avanzar si no es tirándote a él. Pero claro, estás demasiado alto y quedas atrapado. Esas son las crisis humanas. Esas a las que llamáis existenciales. - Respondió Merlín.

Concentrada en mis pasos. Esta conversación era un punto de apoyo más. Imparable. Mi descenso era uno de mis mayores logros.
Continué.

-       ¿Cómo te ves cuando llegues a tu meta? – ¡Ja! Pregunta trampa, pensé. Merlín rió.

-       No me veo. Simplemente estoy Siendo. Disfrutando de la montaña. De sus colores brillando con los destellos de un sol cada vez más alto. Vivo aquí y ahora.


La bajada era larga. Quise detenerme para inspirar el aire puro, fresco y absorber un poco más la belleza del lugar. El ritmo de mis latidos fue calmándose. Toda Yo entré en calma.

No escuchaba a mi Mago. Y adentrándome más aún en el momento, no percibí ni un solo sonido de la naturaleza. ¿Dónde estarán…todos? Me pregunté y, acto seguido, resbalé. El susto fue muy grande cuando pensaba que me estaba precipitando al vacío más absoluto. Me aferré, con todas mis fuerzas a una roca, la cual detuvo el peso de mi caída haciendo sonar mi columna vertebral. Solté un breve alarido.

-       Veo que buscabas compañía en tu propio camino.- Me dijo Merlín con voz tranquila.  Dime, ¿Acaso no tienes suficiente con tu propia decisión? ¿A quién buscabas?- Preguntó de forma ligera. Haciéndome sentir ridícula.

Medité sus palabras por unos largos y dolorosos instantes…

-       Creo que sé a qué te refieres.- Debía ser rápida y precisa en mi explicación. – Si estoy aquí y ahora, es porque yo lo he elegido así. Y no tengo que tener compañía necesariamente. He de ser Yo quien viva este momento y recorra este camino. Asumiendo las consecuencias de mi elección.

-       Así es querida aprendiz. – Parecía complacido con mi respuesta. – Sólo tú puedes vivir tu propia vida y no relegar la responsabilidad de tus actos en los demás. A veces estarás acompañada y otras, en cambio, sola. Y eso no tiene nada de malo. Son fases. Ciclos vitales que nos enseñan algo y nos preparan para recibir nuevas oportunidades y nueva gente.

De pronto, una roca nació bajo mis pies ofreciéndome su apoyo. Si soy responsable conmigo misma, tendré en quiénes apoyarme. Pensé. Seré digna de confianza.

-       Los demás estarán ahí, no solo cuando los necesite, sino cuando quieras su compañía también.- Me recordó Merlín. – No dependerás de ellos y, por tanto, se quedarán contigo sanamente.

-       ¡Ahó! Repetí. Merlín rió, nuevamente. Su risa empezaba a parecerme musical.

Tomé otra bocanada de aire y miré a mi alrededor, buscando una nuevo objetivo al que llegar. Tramo a tramo. Poco a poco.

-       Me gusta esa forma de sentir. – Me dijo mi compañero mágico.- En la vida, para las grandes metas, es necesario crear pequeños objetivos que nos acerquen a ese gran propósito.




No respondí. No era necesario. Pronto conseguiría mi gran objetivo.







¿Tendrá Merlín otra enseñanza disfrazada de truco?  ¿O tal vez tenga una misión para mi?





Continuará…

No hay comentarios :

Publicar un comentario