miércoles, 6 de febrero de 2013

I - El Mago (segunda parte)


Desperté de golpe, cayendo al suelo, ¿cómo es posible?, ¿estaba levitando?, ¿acaso he despertado dentro de otro sueño? Un destello azul me recordó que no estaba a salvo. ¡La figura! Me levanté a toda prisa, sintiendo un agudo dolor en la parte posterior de la cabeza. Le busqué, pegando mi espalda a la pared, por si acaso. No quería más sorpresas.

La risa lejana sonó y, de pronto, frente a mí, se encontraba un hombre, recostado contra la pared, con una pierna flexionada, con los brazos cruzados y una sonrisa burlona en su cara. Alto, de complexión atlética, pelo castaño claro, piel clara. Parecía muy seguro de sí mismo, pero ¿qué estoy haciendo? Atraída por un misterioso magnetismo, me estaba acercando cada vez más sin poder detener mis pasos. No era yo quien controlaba mi cuerpo. Me paré, frente a él, a escaso medio metro; descubrí la maravilla de sus ojos. Iris de tonos azules y manchas violáceas.

Me quedé paralizada. Me adentré en sus pupilas. En una nebulosa, vi a un niño aprendiendo trucos de magia de un anciano. El niño atento, veía cómo el anciano transformaba una piedra en una burbuja que explotaba y se transformaba en agua, tocaba el suelo convirtiéndose en una llama que en un instante se apagó y quedó pulverizada en tierra, elevada por una repentina brisa. Brillante, flotaba en el aire.

El niño, apoyado en la mesa y subido en una silla, le dijo: “Yo haría salir al ave Fénix de ese fuego?” De pronto, comprendí; el niño, era también un sabio y el viejo, su guía, tal vez, ¿Merlín?

 Jugaban con los cuatro elementos, como una natural extensión de ellos mismos.

Vi al pequeño protagonista crecer. Visitar castillos, reyes y humildes poblados. Llevando consigo la abundancia, rechazando las riquezas que le ofrecían. Claro, si él podía tener todo, lo tenía en la palma de su mano, podía crear y destruir a su antojo, pensé. Tanto poder y nunca perjudicó a nadie. Me asombró.

A su paso dejó una estela de equilibrio, de armonía. Gente más saludable. Gente más sonriente. También incrédulos que lo tachaban de hereje. Él ni siquiera pestañeó ante las acusaciones. Gozaba de inmunidad. Seguía su camino y desaparecía ante la mirada de los incrédulos para que estos pudiesen seguir su propio camino.

Un chasquido despejó la nebulosa. Comprendí que era su vida la que me había mostrado. Parpadeé, confusa, tratando de recuperar el control.
El Mago desapareció ante mí materializándose al lado de una mesa, ésa en la que estaba tan atareado.

-       Ven - me dijo, con una voz cargada de firmeza.

Asentí con la cabeza y respondí con una sonrisa. Él también sonrió. La comprensión brillaba en nuestro fugaz intercambio de miradas:  ya no estaba en una extraña cueva. Estaba en casa.


-       Namaste - le dije, cuando me ofreció una taza de un líquido humeante con aromas silvestres y toque de canela.

-       Cuando uno despierta, es cuando realmente puede elegir: volver a dormir y dejarse llevar por el estrés y consumismo de la actual sociedad o quedar despierto y saber que, fluir, supone ir a contracorriente, pero no de un modo agresivo. Es luchar con las palmas de tus manos abiertas, boca arriba, dispuestas a recibir. Es un combate deportivo. El único adversario es tu mente, provocando miedos para bloquear las tácticas del corazón. Mente versus corazón. ¿Tú qué eliges? -. El agudo dolor regresó, haciendo sentir mi mente acorralada, sin aire, mientras mi corazón se hinchaba, se expandía al respirar por primera vez, aquel aire de libertad.

-       Quiero estar contigo. Solo pude pronunciar estas palabras, sintiendo las lágrimas brotar de mis ojos en una mezcolanza salada y dulce de emoción e intriga. Me sentía guerrera en una batalla invisible. Lo cual me hizo agudizar cada uno de mis sentidos de forma instintiva. Estaba silenciosamente en alerta. Tal y como hace un Guerrero de la Luz en plena meditación.

-       Esa es la actitud. Ahora estás preparada para ser instruida -. Me dijo con firmeza. – Me has visto crecer, aprender del más poderoso de los sabios que, efectivamente, era y es Merlín.

Ahora me sentía fascinada. Atónita, con los ojos muy abiertos y recordando que debía respirar de vez en cuando, observé a aquel mago. Me hizo tocar una llama que nacía de unas semillas que había arrojado sobre su mesa; sentía como se me helaba la mano. La levanté y la examiné sorprendida. ¿Cómo…? pensé y él respondió: “recuerda que la mente juega con el miedo. Es su principal baza. En estas semillas tú ves fuego y piensas: "me voy a quemar,"  pero de ellas sólo brota energía que emana calor y luz con intensidad. Si no las tocas, no tienes por qué quemarte y si lo haces, tu mente dirá que estás ardiendo -. Y de nuevo me preguntó ¿Tú que eliges, ser iluminada o arder?

Tomé una gran bocanada de aire, convencida de que él podría ser mi único miedo aquí y ahora. Pero opté por desterrar aquella voz que quería implantar en mí el temor, la acallé y le pedí que continuase. Cómo no, leyó cada pensamiento y sonrió para que yo pudiese leer entre líneas.

Señaló unas plantas y de los pétalos de sus flores comenzó a salir agua. – Bebe - me ordenó. Sabe a vino, vacilé en mi ocurrencia. –No - respondió. -Es verdad - dije en un susurro - sabe a licor de… ¿flores?-.

-       No - respondió de nuevo, sonriente. ¿Ahora te estás quedando conmigo? pensé.

- Es simplemente agua. Pero tu mente la ha destilado como alguna bebida alcohólica para hacerte creer que todo lo que está ocurriendo es una mera alucinación.

- I-N-C-R-E-Í-B-L-E. - Pronuncié. Y volví a beber. Con la mente en blanco, no identifiqué sabor alguno.

-       Si abres la mente, no hay límites ni barreras. Vives y sientes sin dobles intenciones. Es La Plenitud.- Sentenció con una voz profunda que caló hondo en mi conciencia.

Esta era una clase magistral y no podía desperdiciar ni un solo detalle.

El día pereció para alumbrar la noche. Solo estuve segura de este cambio, cuando El Mago me invitó a salir a tomar otra de sus infusiones, mientras contemplábamos las estrellas. Es como un sueño, pensé. Le miré. Ahora le miraba con cariño. Él correspondió a mi pensamiento, pasando su mano por mis hombros y atrayéndome hacia él. Era dulce. Era el abrazo que necesitaba.

La noche pasó y el silencio nos arropó para recibir el nuevo día, unidos en el mismo abrazo. Sin necesidad de dormir, mi cuerpo estaba activo, despejado. Mi mente, callada.

-       Es extraño. No tengo realmente hambre ni sueño. ¿Este estado es natural?- Le pregunté, algo confusa cuando nos levantamos.

-       Sí. Cuando te deshaces de tus antiguos patrones de vida y retomas el poder que te corresponde, todo es más sencillo. No hay tantas necesidades. Hay más deseos de realización y más fuerza y capacidad de concentración.- Me explicó de forma abierta… sencilla. Daba por hecho que lo entendería. Y así fue.

Estaba aprendiendo mucho, no solo magia. Aprendí que en el momento en que te dispones a ESCUCHAR, las dudas dejan de avasallar la mente para dar paso a la comprensión. Y las preguntas se refinan hasta un punto exacto de precisión, para solo recibir respuestas que te permitan avanzar.

-       Hoy dejarás de temer a las alturas.- Me dijo sonriente. Muy dispuesto. Yo, en cambio, torcí el gesto. Me tensé. El Mago pudo leer en mi lenguaje corporal, y me dijo: no debes preocuparte. Temes a las alturas porque piensas que son inalcanzables y que descender es sinónimo de perder. De retroceder. Además - añadió entusiasmado - tendrás una gran ayuda. Ven y te mostraré.

-       Eres capaz de desmontar cualquier tipo de armadura. Contigo me siento fuerte e indefensa a la vez- Le dije con un hilo de voz. Con la confianza con la que se habla a un mejor amigo. Él continuó la marcha en silencio.

Llegamos a la entrada de otra cueva. Menos profunda, más bien podría ser una muesca, una hendidura en la montaña. El Mago me explicó que ese tipo de cueva servía para hacer trabajos de recapitulación. Que hasta ahí, acompañaban los guerreros de las tribus a aquel miembro que quisiera limpiar su pasado y retomar la energía que había dejado conectada a otras personas. Como cordones umbilicales que no habían sido cortados por no ser visibles al ojo humano. Solo al corazón.
Me explicó, que ese trabajo es muy potente y que cuando regresas, irradias esa nueva carga de energía. Y las relaciones con los demás, son vistas desde otro punto, sin mezclar roles sin cargar con responsabilidades ajenas.

-       Hoy serás tú quien pase el día y la noche aquí. No te puedo acompañar. Debes enfrentar tu pasado tú sola. Y mañana regresaré para la última enseñanza.- Me dijo, observándome. Asintió con la cabeza y esperó a recibir mi respuesta.

-       Aho - le dije, que en sánscrito significa: “estoy de acuerdo.”

Nos miramos a los ojos, en una silenciosa despedida. Luego, desapareció, dejándome sola. Sumida en el silencio. Con mi mente rabiando para obligarme a salir corriendo de ahí. Yo me senté, en postura de meditación. Esto iba a doler a nivel emocional, pero siempre podría cambiar de postura para relajar los músculos y continuar luchando desde el silencio, me dije a mi misma. De forma clara y tajante.

Empecé a recapitular. Es como ver tu vida desde fuera. Siendo una espectadora. Algo crítica para detectar dónde cometí fallos, pero no castigadora. Ese era el truco para poder retomar la energía y seguir adelante.
Paseé, recuerdo por recuerdo. Relación por relación. Algunas me hacían querer llorar otras, me enfadaban. Debía recordar que esas emociones son puramente mías y que debía limpiarlas para ser, con cada recuerdo devuelto al pasado, donde debían estar, más fuerte para vivir, no el futuro, sino el presente. De forma PLENA. La Plenitud, me recordé, utilizando la enseñanza de mi mago.

Me vi. Había dejado de ser yo misma para convertirme en madre de aquellos a los que daba por frágiles. Confundiendo la amistad con la sobreprotección y, confundiendo el ego con el amor. Perdí verdaderas amistades que me hicieron ver que la frágil era yo. Que había convertido mis relaciones en pura dependencia, pensando que lo hacía desde el corazón, cuando era mi mente la que me decía que esas personas eran las débiles, no YO.

Fui limpiando. Devolviendo los roles que les correspondían y, perdonándome a mi misma por mi falta de madurez, la cual es tan atrayente como la ley de la gravedad. No hay forma de escapar de ella. Siempre estaré aprendiendo. Siempre estaré caminando hacia  la libertad.

Tuve que cambiar de postura varias veces. El dolor punzante me recordaba que recientemente estaba cayendo la noche. Y que La Luna, traería la confusión y las ilusiones consigo.


Continuará…



No hay comentarios :

Publicar un comentario