Desperté
de golpe, cayendo al suelo, ¿cómo es
posible?, ¿estaba levitando?, ¿acaso he despertado dentro de otro sueño? Un
destello azul me recordó que no estaba a salvo. ¡La figura! Me levanté a toda prisa, sintiendo un agudo dolor en la parte posterior de la cabeza. Le busqué, pegando mi espalda a la pared, por si acaso. No quería más sorpresas.
La
risa lejana sonó y, de pronto, frente a mí, se encontraba un hombre, recostado
contra la pared, con una pierna flexionada, con los brazos cruzados y una
sonrisa burlona en su cara. Alto, de complexión atlética, pelo castaño claro,
piel clara. Parecía muy seguro de sí mismo, pero ¿qué estoy haciendo? Atraída por un misterioso magnetismo, me
estaba acercando cada vez más sin poder detener mis pasos. No era yo quien
controlaba mi cuerpo. Me paré, frente a él, a escaso medio metro; descubrí la
maravilla de sus ojos. Iris de tonos azules y manchas violáceas.
Me
quedé paralizada. Me adentré en sus pupilas. En una nebulosa, vi a un niño aprendiendo trucos de magia de un anciano. El niño atento, veía cómo
el anciano transformaba una piedra en una burbuja que explotaba y se
transformaba en agua, tocaba el suelo convirtiéndose en una llama que en un
instante se apagó y quedó pulverizada en tierra, elevada por una repentina brisa.
Brillante, flotaba en el aire.
El
niño, apoyado en la mesa y subido en una silla, le dijo: “Yo haría salir al
ave Fénix de ese fuego?” De pronto, comprendí; el niño, era también un sabio y
el viejo, su guía, tal vez, ¿Merlín?
Jugaban con los cuatro elementos, como una natural extensión de ellos mismos.
Vi al
pequeño protagonista crecer. Visitar castillos, reyes y humildes poblados.
Llevando consigo la abundancia, rechazando las riquezas que le ofrecían. Claro, si él podía tener todo, lo tenía en
la palma de su mano, podía crear y destruir a su antojo, pensé. Tanto poder y nunca perjudicó a nadie.
Me asombró.
A su
paso dejó una estela de equilibrio, de armonía. Gente más saludable. Gente más
sonriente. También incrédulos que lo tachaban de hereje. Él ni siquiera
pestañeó ante las acusaciones. Gozaba de inmunidad. Seguía su camino y
desaparecía ante la mirada de los incrédulos para que estos pudiesen seguir su
propio camino.
Un
chasquido despejó la nebulosa. Comprendí que era su vida la que me había
mostrado. Parpadeé, confusa, tratando de recuperar el control.
El
Mago desapareció ante mí materializándose al lado de una mesa, ésa en la que estaba tan
atareado.
-
Ven - me dijo, con una voz cargada de firmeza.
Asentí con la cabeza y respondí con una sonrisa. Él también sonrió. La comprensión brillaba en nuestro fugaz intercambio de miradas:
ya no estaba en una extraña cueva. Estaba
en casa.
-
Namaste - le dije, cuando me ofreció una taza de
un líquido humeante con aromas silvestres y toque de canela.
- Cuando
uno despierta, es cuando realmente puede elegir: volver a dormir y dejarse
llevar por el estrés y consumismo de la actual sociedad o quedar despierto y
saber que, fluir, supone ir a contracorriente, pero no de un modo agresivo. Es
luchar con las palmas de tus manos abiertas, boca arriba, dispuestas a recibir.
Es un combate deportivo. El único adversario es tu mente, provocando miedos
para bloquear las tácticas del corazón. Mente versus corazón. ¿Tú qué eliges? -. El agudo dolor regresó, haciendo sentir mi mente acorralada, sin aire,
mientras mi corazón se hinchaba, se expandía al respirar por primera vez,
aquel aire de libertad.
-
Quiero estar contigo. Solo pude pronunciar estas
palabras, sintiendo las lágrimas brotar de mis ojos en una mezcolanza salada y
dulce de emoción e intriga. Me sentía guerrera en una batalla invisible. Lo
cual me hizo agudizar cada uno de mis sentidos de forma instintiva. Estaba silenciosamente
en alerta. Tal y como hace un Guerrero de la Luz en plena meditación.
- Esa
es la actitud. Ahora estás preparada para ser instruida -. Me dijo con firmeza.
– Me has visto crecer, aprender del más poderoso de los sabios que,
efectivamente, era y es Merlín.
Ahora
me sentía fascinada. Atónita, con los ojos muy abiertos y recordando que debía
respirar de vez en cuando, observé a aquel mago. Me hizo tocar una llama que
nacía de unas semillas que había arrojado sobre su mesa; sentía como se me
helaba la mano. La levanté y la examiné sorprendida. ¿Cómo…? pensé y él respondió: “recuerda que la mente juega con el
miedo. Es su principal baza. En estas semillas tú ves fuego y piensas: "me voy a quemar," pero de ellas sólo brota energía que emana calor y luz con intensidad. Si no las tocas, no tienes por qué quemarte y si lo haces, tu
mente dirá que estás ardiendo -. Y de nuevo me preguntó ¿Tú que eliges, ser
iluminada o arder?
Tomé
una gran bocanada de aire, convencida de que él podría ser mi único miedo aquí
y ahora. Pero opté por desterrar aquella voz que quería implantar en mí el
temor, la acallé y le pedí que continuase. Cómo no, leyó cada pensamiento y
sonrió para que yo pudiese leer entre líneas.
Señaló
unas plantas y de los pétalos de sus flores comenzó a salir agua. – Bebe - me
ordenó. Sabe a vino, vacilé en mi
ocurrencia. –No - respondió. -Es verdad - dije en un susurro - sabe a licor
de… ¿flores?-.
- No
- respondió de nuevo, sonriente. ¿Ahora te
estás quedando conmigo? pensé.
- Es simplemente agua. Pero tu mente la ha destilado como
alguna bebida alcohólica para hacerte creer que todo lo que está ocurriendo es
una mera alucinación.
- I-N-C-R-E-Í-B-L-E. - Pronuncié. Y volví a beber. Con la
mente en blanco, no identifiqué sabor alguno.
- Si
abres la mente, no hay límites ni barreras. Vives y sientes sin dobles
intenciones. Es La Plenitud.-
Sentenció con una voz profunda que caló hondo en mi conciencia.
Esta era una clase
magistral y no podía desperdiciar ni un solo detalle.
El
día pereció para alumbrar la noche. Solo estuve segura de este cambio, cuando
El Mago me invitó a salir a tomar otra de sus infusiones, mientras
contemplábamos las estrellas. Es como un
sueño, pensé. Le miré. Ahora le miraba con cariño. Él correspondió a mi
pensamiento, pasando su mano por mis hombros y atrayéndome hacia él. Era dulce.
Era el abrazo que necesitaba.
La
noche pasó y el silencio nos arropó para recibir el nuevo día, unidos en el
mismo abrazo. Sin necesidad de dormir, mi cuerpo estaba activo, despejado. Mi
mente, callada.
- Es
extraño. No tengo realmente hambre ni sueño. ¿Este estado es natural?- Le
pregunté, algo confusa cuando nos levantamos.
-
Sí. Cuando te deshaces de tus antiguos patrones
de vida y retomas el poder que te corresponde, todo es más sencillo. No hay
tantas necesidades. Hay más deseos de realización y más fuerza y capacidad de
concentración.- Me explicó de forma abierta… sencilla. Daba por hecho que lo entendería.
Y así fue.
Estaba
aprendiendo mucho, no solo magia. Aprendí que en el momento en que te dispones
a ESCUCHAR, las dudas dejan de avasallar la mente para dar paso a la
comprensión. Y las preguntas se refinan hasta un punto exacto de precisión, para
solo recibir respuestas que te permitan avanzar.
- Hoy
dejarás de temer a las alturas.- Me dijo sonriente. Muy dispuesto. Yo, en
cambio, torcí el gesto. Me tensé. El Mago pudo leer en mi lenguaje corporal, y
me dijo: no debes preocuparte. Temes a las alturas porque piensas que son
inalcanzables y que descender es sinónimo de perder. De retroceder. Además -
añadió entusiasmado - tendrás una gran ayuda. Ven y te mostraré.
-
Eres capaz de desmontar cualquier tipo de
armadura. Contigo me siento fuerte e indefensa a la vez- Le dije con un hilo de
voz. Con la confianza con la que se habla a un mejor amigo. Él continuó la
marcha en silencio.
Llegamos
a la entrada de otra cueva. Menos profunda, más bien podría ser una muesca, una
hendidura en la montaña. El Mago me explicó que ese tipo de cueva servía para
hacer trabajos de recapitulación. Que hasta ahí, acompañaban los guerreros de
las tribus a aquel miembro que quisiera limpiar su pasado y retomar la energía
que había dejado conectada a otras personas. Como cordones umbilicales que no
habían sido cortados por no ser visibles al ojo humano. Solo al corazón.
Me
explicó, que ese trabajo es muy potente y que cuando regresas, irradias esa
nueva carga de energía. Y las relaciones con los demás, son vistas desde otro
punto, sin mezclar roles sin cargar con responsabilidades ajenas.
- Hoy
serás tú quien pase el día y la noche aquí. No te puedo acompañar. Debes
enfrentar tu pasado tú sola. Y mañana regresaré para la última enseñanza.- Me
dijo, observándome. Asintió con la cabeza y esperó a recibir mi respuesta.
-
Aho - le dije, que en sánscrito significa: “estoy
de acuerdo.”
Nos
miramos a los ojos, en una silenciosa despedida. Luego, desapareció, dejándome
sola. Sumida en el silencio. Con mi mente rabiando para obligarme a salir
corriendo de ahí. Yo me senté, en postura de meditación. Esto iba a doler a nivel emocional, pero siempre podría cambiar de
postura para relajar los músculos y continuar luchando desde el silencio,
me dije a mi misma. De forma clara y tajante.
Empecé
a recapitular. Es como ver tu vida desde fuera. Siendo una espectadora. Algo
crítica para detectar dónde cometí fallos, pero no castigadora. Ese era el truco para poder retomar la energía y
seguir adelante.
Paseé,
recuerdo por recuerdo. Relación por relación. Algunas me hacían querer llorar
otras, me enfadaban. Debía recordar que esas emociones son puramente mías y que
debía limpiarlas para ser, con cada recuerdo devuelto al pasado, donde debían
estar, más fuerte para vivir, no el futuro, sino el presente. De forma PLENA. La
Plenitud, me recordé, utilizando la enseñanza de mi mago.
Me
vi. Había dejado de ser yo misma para convertirme en madre de aquellos a los
que daba por frágiles. Confundiendo la amistad con la sobreprotección y,
confundiendo el ego con el amor. Perdí verdaderas amistades que me hicieron ver
que la frágil era yo. Que había convertido mis relaciones en pura dependencia,
pensando que lo hacía desde el corazón, cuando era mi mente la que me decía que
esas personas eran las débiles, no YO.
Fui
limpiando. Devolviendo los roles que les correspondían y, perdonándome a mi
misma por mi falta de madurez, la cual es tan atrayente como la ley de la
gravedad. No hay forma de escapar de ella. Siempre estaré aprendiendo. Siempre
estaré caminando hacia la libertad.
Tuve
que cambiar de postura varias veces. El dolor punzante me recordaba que
recientemente estaba cayendo la noche. Y que La Luna, traería la confusión y
las ilusiones consigo.
Continuará…
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