Aquí
estoy de nuevo, casi un año después, en la desembocadura del río de piedras que
una vez me vio luchar a contracorriente. Acompañada por los guerreros
nuevamente dispuestos a ascender, decido cambiar mi rumbo y seguir el curso de
este río…
- ¡Así
es! ¡Al fin lo comprendí! - Parada, en un descenso al principio invisible a mis
ojos pero palpable para mi intuición. Conocí a mi Ser Superior.
Me dejé guiar por Él.
Descendí,
buscando tramos cortos con puntos de referencia. Primera meta, una gran roca
situada a mi derecha a unos diez metros de distancia. Siguiente meta, un tronco
talado que quedaba a otros diez o quince metros. Por último, sin que realmente
suponga un punto y final a mi trayectoria, decidí asomarme, contemplar colina
abajo un mar de vida verde. Respiré profundamente, mimetizada en silencio,
envuelta por los suaves y nuevos sonidos que las aves del lugar me contaban.
Mecida,
acariciada por una suave brisa, miré en dirección a la cima de la que me
separaba un inmenso valle. Si me lo proponía podría llegar. Suspiré, ahí plantada,
giré sobre mi misma y volví a observar lo que antes quedó a mis espaldas. Otra
subida más. Esperé, hasta que vi de verdad, con el corazón y vislumbré otro
nuevo camino, más a mi alcance.
Pude
darme cuenta de las señales, de lo que la carta de la Carroza quería decirme:
-Toma
las riendas ¡Avanza!- Y de lo que la naturaleza me estaba enseñando; hay muchos
caminos en esta vida, puedo recorrerlos o pasar de largo pensando con la mente,
con el miedo de que el único camino para mi es aquel que haya sido asfaltado y
señalizado. Pues bien, hoy y aquí, en este gran momento que Soy, siento que el
corazón me dice: - desvíate del camino y encontrarás infinidad de senderos.
Gracias
compañeros guerreros. La mayor aventura, vivir nuestras propias vidas.
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