lunes, 12 de noviembre de 2012

VII - La Carroza (segunda parte)


Aquí estoy de nuevo, casi un año después, en la desembocadura del río de piedras que una vez me vio luchar a contracorriente. Acompañada por los guerreros nuevamente dispuestos a ascender, decido cambiar mi rumbo y seguir el curso de este río…

- ¡Así es! ¡Al fin lo comprendí! - Parada, en un descenso al principio invisible a mis ojos pero palpable para mi intuición. Conocí a mi Ser Superior.

Me dejé guiar por Él.

Descendí, buscando tramos cortos con puntos de referencia. Primera meta, una gran roca situada a mi derecha a unos diez metros de distancia. Siguiente meta, un tronco talado que quedaba a otros diez o quince metros. Por último, sin que realmente suponga un punto y final a mi trayectoria, decidí asomarme, contemplar colina abajo un mar de vida verde. Respiré profundamente, mimetizada en silencio, envuelta por los suaves y nuevos sonidos que las aves del lugar me contaban.

Mecida, acariciada por una suave brisa, miré en dirección a la cima de la que me separaba un inmenso valle. Si me lo proponía podría llegar. Suspiré, ahí plantada, giré sobre mi misma y volví a observar lo que antes quedó a mis espaldas. Otra subida más. Esperé, hasta que vi de verdad, con el corazón y vislumbré otro nuevo camino, más a mi alcance.

Pude darme cuenta de las señales, de lo que la carta de la Carroza quería decirme:
-Toma las riendas ¡Avanza!- Y de lo que la naturaleza me estaba enseñando; hay muchos caminos en esta vida, puedo recorrerlos o pasar de largo pensando con la mente, con el miedo de que el único camino para mi es aquel que haya sido asfaltado y señalizado. Pues bien, hoy y aquí, en este gran momento que Soy, siento que el corazón me dice: - desvíate del camino y encontrarás infinidad de senderos.



Gracias compañeros guerreros. La mayor aventura, vivir nuestras propias vidas.

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