viernes, 5 de octubre de 2012

Podrías Ser Tú


Es  la última hora de clase, faltan dos minutos para dar la bienvenida a las vacaciones.  Yoan ya está fuera del colegio, de camino a casa fantasea con las horas de Play que le esperan este verano.

¿Te gusta la ropa?, ¿te gusta la música?, ¿Y los videojuegos?  ¡Claro!, que cosas tengo. ¿ A quién le va  gustar salir a dar un paseo como a mí?.

Te preguntarás quién es Yoan, es un chico que siempre va a la última en música y moda. Pantalones anchos, camisetas Adidas, peinado de CR7 y zapatillas Jordan, porque le chifla el baloncesto, pero el de la Play…

Esta es su historia. Aquí comienza todo.

En casa, Yoan  ha protestado ante los planes de vacaciones de los padres. Enfadado, se va en bicicleta, a escondidas; lo único que lleva consigo es una mochila, donde guardó su Psp, juegos (lo que él estima importante) y su Mp3, pero no sabía que algo más se había colado en su mochila.

- Miauu... ¡Sácame de aquí! Exclamó una voz seria y misteriosa. En el momento que el chico paró la bici en un chino para comprarse unas chuches.

El niño no podía creer lo que estaba viendo al abrir su mochila: un gato parlanchín. - Debo haberme dado un golpe en la cabeza. Pensó Yoan.

- ¿En qué mundo vives?, le pregunta la Bola de Pelo Parlante. A lo que Yoan responde:


- En uno donde los gatos no hablan.


- Eso es porque no vives en el mundo real. Ese que  está fuera de los videojuegos, el que te niegas a ver. Responde el gato limándose las uñas.


-¡Vete, déjame tranquilo!, grita Yoan en un intento de espantar a la Peluda Bola. Cuando sale de comprar chuches, se da cuenta que su bici ya no está. ¿Se la habrá llevado la Mata de Pelo con voz?

Furioso, se dirige al centro comercial, en busca de una nueva distracción. Creía estar en la dirección correcta, pero en lugar de un enorme y alborotado centro comercial, se encuentra rodeado de grandes árboles de aspecto centenario y enormes bonsáis. Espera un momento – piensa Yoan - interrumpiendo su paso, ¿enormes bonsáis?, ¿un bosque? , ¿Dónde estoy?. Estás más allá de los límites de tu imaginación, en la realidad. De un susto se gira y allí estaba la Bola Peluda una vez más.

Yoan se dirige hacia el gato con los ojos en llamas y con los puños cerrados.
- ¿Dónde estoy?, ¿Qué me has hecho?, ¡llévame al centro comercial ahora mismo!. 

Don Gato, sin inmutarse, le dice tranquilamente - Esas no son las preguntas correctas. Con esa actitud, no me extraña que tu mejor amigo sea una consola.

Yoan se queda boquiabierto al escuchar aquellas palabras. Era increíble que ese felino supiera más de él que él mismo.

  -  Así tratas a los demás, pero aquí esas formas no te servirán de nada.

Yoan reflexiona y entiende que si quiere algo, tiene que cambiar su actitud. Se acerca lentamente al gato y le dice: - Hemos empezado con mal pie, ¿cómo puedo volver a la ciudad?.

- Tú mismo harás el camino, responde Bola de Pelo. Yoan no da crédito a lo que oye.


- Esto es una broma ¿verdad?, ¿Te estás riendo de mí? Pero si no veo ningún  camino.


- Cierra los ojos  y dejarás a tu mente ver con claridad. Yoan, en un intento desesperado de salir de ahí  hace caso al gato. Da un  paso hacia el frente. El terreno parece seguro, escucha la suave brisa que insinúa un camino que se abre ante él. Sale y a su paso se abre el muro de árboles y aparece un camino por el que empieza a andar lentamente, acompañado de la Bola Pelo.

Hay sonidos, todos procedentes de la naturaleza, pero para él eran molestos ruidos, de los cuales se queja sin cesar. - ¿Qué son estos ruidos?, ¡parad!, ¡quiero volver a mi casa! Ver la tele tirado en el sofá.

Todo queda en silencio y a oscuras, - ¿Qué es esto?, ¿dónde estoy? ¡Háblame gato!
De pronto, mira hacia arriba y dos luces brillantes, parecen le vigilarlo. Él las sigue, desconcertado. Piensa; - estoy solo y seguir estas dos luces es mi única opción. Alza su voz y pregunta:
   
- ¿Quién o qué eres? ¡Ayúdame, por favor! 

- Has elegido las palabras correctas. Responde a su llamada de ayuda, una nueva voz.


- ¿Por qué ha ocurrido esto? Pregunta Yoan, con desesperación en su voz.


Porque querías todo en silencio, así que has dejado de ver la realidad y la oscuridad  que te ha envuelto es la que se refleja en la pantalla del televisor cuando lo apagas. NADA. Contesta ahora un búho.

Los ojos del mágico animal se iluminan con mayor intensidad haciendo que todo vuelva a cobrar vida. Pero el escenario es diferente. Ahora hay un lago de cristalinas aguas con una hermosa cascada. De pronto, los sonidos ya no le molestan; de la cascada brotaban notas musicales. Yoan siente que empieza a moverse. - ¿Por qué me estoy moviendo? ¿Qué me está ocurriendo? Y se descubre bailando. Le parece tan extraño. - Pues si yo no sé bailar. Dice asombrado.- Búho le responde.- Estás empezando a descubrir nuevas facetas en ti. Eres libre de expresarte. Sigue la melodía si así lo deseas.

Yoan, sin salir de su asombro, decide seguir la melodía cada vez más intensa. Empieza a sentir una fragancia en el aire, no es conocida, no es su comida favorita, pizza y hamburguesa, es dulce, cálida… un hada responde a sus pensamientos: - es Azahar. Se caracteriza por relajar y tranquilizar. - Yo pensaba que eso sólo ocurría cuando veía la televisión. Dice Yoan. - Esto es nuevo y raro para mi. Siento curiosidad, ¡voy a seguir investigando!. A lo que responden muchas voces al unísono: - ¡Bieeeen! ¡Ahora podrás unirte a nuestra fiesta.

¿Una fiesta?. Pregunta desconcertado.

- Una en tu honor. Responde el hada.
- ¿En mi honor?. Vuelve a preguntar Yoan.
- Sí, sí. Al fin estás abriendo tu mente. Vivirás experiencias inolvidables. Le respondió el hada mientras le cogía de la mano y le guiaba al corazón de la cueva.

Allí dentro se encontraba la Luna llena de alegría, los gnomos formaban un corro, danzando, alrededor de una hoguera de llamas violeta y verde. La música provenía de todas partes. Hadas cantando con sus dulces voces y risas que llenaban el ambiente animando cada rincón.

Todos estaban ahí, incluyendo a la Bola de Pelo Parlanchina.

Nuestro protagonista no terminaba de encajar. - Todos son tan raros. Decía en voz baja, más para sí mismo. - Se cogen de las manos. Se hacen bromas y ríen juntos. No se burlan de nadie para poder divertirse. Juegan y se sientan alrededor de un vejestorio de largas barbas con un libro y además ¿están atentos?
Se acerca la Bola de Pelo con voz propia. - ¿Por qué estás ahí parado?.

Porque yo no encajo. Responde Yoan. No soy como ellos.

- ¿Cómo que no? ¿Me estás diciendo que no puedes reír, jugar, bailar y escuchar con    atención un cuento?
- ¿Es que puedo hacer eso? ¿No es muy infantil?
- ¿Desde cuándo disfrutar de las pequeñas cosas y divertirse con ellas es infantil? ¿A caso tus padres no se ríen?

Estas palabras trasladan al chico a sus recuerdos. – Reírme. Hace tiempo que no me río con mis padres, sino de ellos o de otros compañeros, no con ellos. Estas reflexiones le traen nuevas imágenes que le mostraban a él, jugando y riendo junto con sus padres y, a medida que se sumergía más y más en sus memorias, empieza a 
ver discusiones y portazos dirigidos a ellos.

-Ahora me doy cuenta, me perdí en algún momento del camino. Y así, por primera vez, deja su mochila en el suelo y se une al corro de los gnomos, al calor de las llamas, sus pies se mueven, en su cara se dibuja una sonrisa y piensa: - el raro era yo. No salía de mi habitación un día tras otro. Y en vez de comunicarme y hablar de mis preocupaciones, culpaba a todos a  mi alrededor y no quería tener a nadie cerca.

¡Basta!. Dice una voz familiar. Pero era un águila quien hablaba en estos momentos. Su voz le recordaba a alguien. Alguien a quien quiere, aunque no se lo haya dicho en mucho tiempo. - ¡Deja de sentirte culpable y actúa!, ¡únete a nosotros y darás un nuevo giro a tu camino!. Le anima el águila.

Sí. Añade la Bola de Pelo que nunca se calla. – Los cambios empiezan por uno  mismo. Y siempre con pasos pequeños.

Así hizo Yoan. ¡Estaba escuchándoles en lugar de rebatir cada comentario!. Sentía que estaba aprendiendo. Pensó - No es tan malo escuchar a los demás. Se aprenden cosas.  Cosas interesantes.

Transcurrió la noche. Todos charlaban entre ellos, como iguales. El chico ya no estaba perdido. En algún momento cayó dormido, recogido por las alas del águila. Allí encontraba una calidez que echaba de menos y, a la vez, le era familiar.-  Yo te conozco. Balbuceó mientras se dormía. - ¿Papá?
En ese preciso instante se despertó. Aturdido, se da cuenta que está de regreso, en su habitación. De un salto, se levanta y coge la maleta y empieza a lanzar puñados de ropa.
- ¡Pero si es verano! ¿A dónde voy con los esquíes?

Toc, toc. - ¿Puedo?. Pregunta una voz desde el otro lado de la puerta. Es su madre. Su rostro se ilumina al ver la maleta, pero él aun no lo sabe y se preocupa cuando ve que en sus mejillas comienzan a rodar lágrimas.

- ¿Qué pasa mamá? ¿Qué he hecho ahora?

¿Mamá?. Repite ella, sin salir del asombro. ¡Cuánta dulzura había en la voz de su hijo!. En  ese preciso instante, la voz familiar, cálida, sin saber muy bien si estaba solo en su mente, animaba al chico a abrazarla. 

No me daba cuenta de lo que extrañaba esta sensación. - Pensó Yoan. - Un abrazo. ¡Cómo si fuese algo de otro mundo! Se sentía tan bien…

Lo mejor, es que Yoan pudo sentir otro abrazo más grande aún, que le recordó a las alas del águila. Pero ahora ya no estaba en su mente aquella voz. Alto y claro, le dice su padre: Os quiero. Y le guiña un ojo. Él se da cuenta: su padre siempre ha estado ahí cuando le necesitaba.

2 comentarios :

  1. Excelente, y conmovedor..lo que mas me ha gustado el cuando el sentimiento de culpabilidad le paraliza.Es importante recordar que la culpa paraliza.

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  2. Muchas gracias Maria del Mar! Este relato fue escrito junto con una compañera de profesión, Luna, con la cual la historia fluía, incesante e incansable, no podíamos dejar de escribir y, finalmente, lo publicamos en una revista digital del colegio donde trabajamos juntas.

    Espero que sigas pasándote por aquí! Habrá mucho más!!

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