miércoles, 24 de abril de 2013

Capítulo X: Paradas, Desastre, ¡Ya! (GLORIA)


Todo me daba vueltas, sentía que no había bajado del metro aún y, sin embargo, había pasado casi un día entero desde que había llegado a casa de Christel.
La luz, se filtraba por las cortinas de la ventana, pero no era la ventana de mi hotel, era otra ventana, una que me desorientaba y cuya imagen me golpeaba en la cabeza recordándome que anoche bebí más de la cuenta. Empezó el bombardeo de flashes, de imágenes y frases, palabras con un sonido ahogado, ahogadas por el alcohol. Era una visita, una tradicional visita de Kaffee und Kuchen (café y tarta), pero todo se torció del modo más inesperado.

Rebobino

Mi llegada fue algo así como el evento más esperado de la temporada verano-otoño, una mezcla de calidez de abrazos, sonrojo por la cantidad de gente extraña, un banquete de dulces y café que mimaban mi paladar, mientras un escalofrío, recorría mi cuerpo, advirtiéndome que las estaciones no perdonan y que el frío se estaba acercando: 

¡Hola Katerina!  ¡Aaaaaay Jonas, ricura! ¡Ven a los brazos de la abuelita! Pasad, pasad. 

¿Está aquí?

- ¡Claro que sí! ¡Y llegó con la puntualidad digna de una alemana!

- Tengo ganas de conocerla, Alex me habló muy bien de ella. Ya sabes que cualquier cosa que me acerque a Alex…

- Finalmente no va a venir ¿verdad?

- No. Es más, se fue a dar un paseo, él solo.

- Mi hijo es un cabezota y complicado. ¿Tú cómo estás? 

 Jonas, ve a saludar a los demás, corre… - Se creó una pausa, seguida de una respiración profunda.

- Mal, estoy mal. No veo que esto…

Oh, Gloria ven, mira quiero presentarte a alguien. Ella es Katerina, la mujer de Alex.

- ¡Hola Katerina! Encantada de conocerte.- Acababa de crecerme la nariz.

- Lo mismo digo.-  Me abrazó con fuerza, demasiada fuerza y demasiada efusividad.

- Es una pena Gloria, me estaba comentando Katerina que Alex se encuentra mal y que ha tenido que quedarse en casa.- Torció el gesto mientras juntaba sus manos y me miraba fijamente, intentando convencerme de aquella mentira. Yo asentí, gentilmente, aceptando su mentira como única verdad.

- ¡Qué pena! Con las ganas que tenía de poder saludarlo en persona tras tantos años. ¿Qué se le va a hacer? Lo importante es que se recupere pronto.- Fingí, sobreactué y, de pronto, sentí el espesor de un ambientador llamado Eau de Mentira, al cual había desarrollado una intolerancia desde hacía años.

- Bueno, chicas, vamos dentro, no nos quedemos aquí en la puerta.

Caminé,  empujada por Christel y con Katerina a mi lado. Sentía que me iba a romper, que las piernas me iban a fallar. ¿En qué mundo había estado viviendo? ¿Acaso era un mundo donde el tiempo se había parado? ¿Cómo había podido ser tan ingenua? Esta es la cruda realidad: los años han pasado y Alex, al igual que el resto de la humanidad, ha seguido con su vida. Y yo, mientras tanto, he creado una especie de burbuja flotante para no tocar el suelo y poder vivir en las nubes. Ahí arriba, en lo alto, en un mundo aséptico, donde la decepción y el fracaso con la pareja y los amigos, simple y retorcidamente, no existían.

Ahora no solo había explotado esa burbuja, había caído desde lo más alto, sobre el suelo donde vive el humano de a pie, ese que es real, ese que puede arrollarme a puntapiés si no me levanto rápido.

Fingí, contesté a todas las preguntas habidas y por haber, de vez en cuando, siendo el incómodo centro de atención, sonreía y reía y lanzaba comentarios tratando de ser una más. Jonas se subía a mi regazo una y otra vez y yo, solo podía fingir, sabiendo que él no iba a venir, aunque supiese que yo estaba aquí y, en su lugar, habían aparecido su mujer y su hijo.

Poco a poco, tras varios cafés y toda la rica repostería que había sobre la mesa, la gente se fue despidiendo. Sus costumbres eran más españolas que alemanas, y cada uno de sus abrazos me reconfortaba un poco menos. Solo quería irme, y aproveché para despedirme cuando solo quedamos Christel, Katerina, Jonas y yo.

- Christel Te ayudo a recoger.- Me ofrecí.

- Eso ni se te ocurra.

- Pues ya es tarde.- Le sonreí con lo que yo denomino una sonrisa comercial: irresistiblemente falsa y falsamente irresistible.

- Bueno, muchas gracias por el recibimiento.- Le dije en mi intento de despedida cuando terminamos de recoger los restos del banquete.

- ¿Ya te vas?- Me preguntó Katerina con un repentino tono de desesperación en su voz.

    -  Sí, ya se está haciendo tarde y para  mi pésima orientación, las calles no son las mismas de día que de noche.- Me dirigí a la puerta de entrada para coger mi abrigo y mi bolso. Alguien me seguía silenciosamente.

- ¿Por qué no nos tomamos algo juntas? Venga, anímate, conozco un bar por aquí cerca que te va a encantar.- Su forma de pedírmelo rozaba el ruego. ¿Cómo negarme? Si me está poniendo ojitos y todo.

      - Tante Christel, te parece bien si dejo aquí a Jonas.

      - Uuuyyy, por mí encantada. Yo lo acuesto.- Se notaba el cariño entre las dos.

      -   Entonces me voy a tomar algo con Gloria.

     - Eso me parece muy bien. ¡Ah! Si volvéis tarde pasad la noche aquí. Y eso va por tu sentido de la orientación, Gloria.

      - Te lo agradezco Christel, pero creo que podré apañármelas.

      - Yo te preparo una habitación de todos modos. Eres más que bienvenida. Ay, cuánto recuerdo a tu madre.- Me plantó un beso sonoro en cada mejilla y me abrazó hasta casi cortarme la respiración.

  Katerina ya se había preparado y me estaba sacando de la casa casi a rastras. No entendía nada. El bajón que estaba pasando, dio paso a la confusión por la actitud de esta mujer a la que apenas conocía.





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