sábado, 29 de diciembre de 2012

Cristales Rotos


Llovía, como cada mañana desde hacía una semana, suave pero constantemente, llovía. Llovía sobre el asfalto, sobre la hierba, sobre la ciudad...Sobre ella. Llovía sobre su cabello, negro y largo; sobre su rostro pálido como la luna; sobre sus manos, finas y ajadas de tanto trabajar; sobre sus zapatos, viejos y desgastados tras tan largo caminar.
Llovía, como cada mañana desde hacía una semana, fina pero persistentemente, llovía. Pero ella no lo notaba.
Brillaba el sol en lo alto del firmamento. Brillaba el sol sobre los coches, sobre las fuentes, sobre los parques...Sobre él. Brillaba el sol sobre sus rizos dorados, despeinados y algo descuidados últimamente; sobre sus ojos verdes y lacrimosos recientemente; sobre su cuerpo musculado y bien formado debido a las horas de gimnasio; sobre sus zapatos elegantes y nuevos, por tan poco andar.
Llovía y brillaba el sol. Una vida hecha dos. Dos cuerpos y un alma. Un alma y dos espectros. Dos espectros que deambulaban por el mundo, más allá del bien y del mal, más allá de la alegría y la pena, más allá de la lluvia y el sol.
Eran sólo piezas de cristales rotos.
Ella lo sabía. Su bonita bola de cristal había estallado y los millones de cristalitos se dispersaron en la inmensidad del universo. La detonación, una discusión más; el catalizador, la ira acumulada; el  agente, ella. Ella, con ese portazo que dejó tras de sí. Se fue. Rompió la burbuja, su mundo particular, y dijo adiós sin mirar atrás.
De nuevo eran dos. Dos almas, dos cuerpos, dos vidas...Dos extraños. Dos ciudades, dos continentes y un océano entre ellos, como el que surgió entre sus almas. Dos mundos opuestos, como siempre lo habían sido y, sin embargo, dos espectros iguales. Ajenos a todo, excepto al dolor.
Llovía y brillaba el sol. Caminaban y la gente pasaba. La muchedumbre era densa pero mayor era la densidad de la ausencia. No veían, no escuchaban, no sentían el mundo exterior. Sólo eran fracciones de lo que un día fueron, fragmentos de su burbuja de cristal, piezas rotas tratando de encajar. Sólo eran dos cristales rotos.

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